viernes, 28 de octubre de 2016

Capítulo 8.- Forajidos y Modificadores (151).- Barbas verdes y axilas (9)

     Waldman y Adler (1979) han investigado si los renacuajos se asocian preferentemente con sus hermanos. A unos renacuajos tomados de dos puestas se les marcó con colores y se les permitió nadar libremente en un tanque de agua; entonces, se bajó una rejilla en el tanque, atrapando cada renacuajo en uno de los dieciséis compartimentos. Hubo una tendencia estadísticamente significativa de los renacuajos a terminar más cerca de los hermanos que de los no hermanos. Tal vez por desgracia, el diseño experimental no descarta un posible efecto de confusión determinado genéticamente en la 'selección de hábitat'. Si hay una tendencia genéticamente determinada, digamos, {151} en pegarse a  los bordes del tanque en lugar de en dirigirse al medio, puede como consecuencia esperarse que los parientes genéticos terminen en las mismas partes del tanque. Así pues, el experimento no demuestra inequívocamente un reconocimiento de parientes o una preferencia por asociarse con los familiares como tales, aunque para muchos propósitos teóricos esto no importa. Los autores presentaron su artículo con referencia a la teoría de la selección de parentesco de Fisher (1930a) en la evolución del aposematismo, y para esa teoría los familiares simplemente tienen que acabar juntos. No importa si están juntos debido a la preferencia de hábitat compartido o por verdadero reconocimiento parental. Sin embargo, vale la pena señalar para nuestro propósito que, si posteriores experimentos confirmaran la regla de una 'selección incidental de hábitat' por parte de los renacuajos, esto descarta la teoría de la 'axila', pero no descarta la teoría de la barba verde. 

     Sherman (1979) invoca la idea de favoritismo genético en una ingeniosa teoría sobre el número de cromosomas en los insectos sociales. Presenta evidencias de que los insectos eusociales tienden a tener un número de cromosomas más alto que sus parientes filogenéticos no sociales más cercanos. Seger (1980) descubrió independientemente el efecto, y tiene su propia teoría para dar cuenta de ello. La evidencia del efecto es un tanto equívoca y quizá se beneficiaría de un análisis exigente utilizando los métodos estadísticos desarrollados por estudiosos modernos del método comparativo (por ejemplo, Harvey y Mace 1982). Pero lo que me interesa aquí no es la verdad del efecto en sí, sino la teoría para explicarlo. Sherman hace notar correctamente que los altos números de cromosomas tienden a reducir la varianza en la fracción de los genes compartidos entre hermanos. Por poner un caso extremo, si una especie tiene un solo par de cromosomas sin cruzamiento, cualquier par de hermanos completos (idénticos por descendencia) compartirá ya sea todos, ninguno, o la mitad de sus genes con una media del 50 por ciento. Por otro lado, si hay cientos de cromosomas, el número de genes compartidos entre hermanos (idénticos por descendencia) se distribuirá estrechamente alrededor  de la misma media del 50 por ciento. El cruzamiento complica el asunto, pero continúa siendo cierto que un alto número de cromosomas en una especie tiende a ir asociado a una baja variación genética entre hermanos en esa especie. 

     De ello se desprende que si las obreras de insectos sociales desearan discriminar a favor de aquellas de sus hermanas con los que comparten la mayoría de los genes, les sería más fácil  hacerlo si el número de cromosomas de la especie fuera bajo que si fuera alto. Tal discriminación preferencial por las obreras sería perjudicial para la aptitud de la reina, que 'preferiría' un tratamiento más ecuánime de su descendencia. Por tanto, Sherman sugiere, en efecto, que el alto número de cromosomas en los insectos eusociales es una adaptación que "causa que los intereses reproductivos de los descendientes coincidan más estrechamente con los de su madre". No hay que olvidar, por cierto, que las obreras no son unánimes. Cada obrera podría mostrar favoritismo hacia las hermanas más jóvenes que se le asemejen, pero otras obreras tenderían a resistir su favoritismo, por la misma razón que se resiste la reina. Las obreras no pueden tratarse como {152} un partido monolítico en oposición a la reina, en la misma forma en que Trivers y Hare (1976) las trataron en su teoría del conflicto sobre la proporción de sexos.

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